Cuando te conocí noté en ti algo muy especial, algo bonito, algo que atrapa y no te deja escapar. Eres pequeña en tus dimensiones, pero tienes tantas cosas que te hacen grande, que te hacen tierra fértil, tierra buena, tierra donde te quieres quedar. Te conocí de pasada, quedé con ganas de más; fije mi mirada en tu verde, el más verde que he apreciado, un verde lleno de paz.
Eres cercana, valiente, caliente y húmeda; lo digo con respeto; con el respeto de aquel que ha llegado a tu cuerpo para disfrutarlo, para echar raíces, para cosechar frutos, el que ha tomado a ese terreno para amarlo, vivirlo y respetarlo. Debo confesar que añoro otro terreno, ese que fue mi verdad, también muy fácil de amar, pero la añoranza se diluye con tu verde, el más verde, tú tan bonita deidad.
Por tu vientre han pasado ilustres hijos; hijos con personalidad, hijos que te enaltecen y te hacen destacar, destacan tanto tu verde, un verde lleno de paz; ellos tienen varios nombres José, Manuel y Tomás; quienes te dieron respeto como hijos de tu faz. Federico, Justo y Luís tampoco quedan atrás, son orgullo de tu vientre, de tu vientre formidable lleno de tanta bondad.
Bonita y diversa eres, eso te hace diferente bajo tu luz tan caliente todo el que se queda siente, que eres su madre adoptiva; porque tú mantienes viva, la sincera expectativa, de todo aquel que a ti llega a sembrar buena semilla. Con tu casco lindo y bello eres gran protagonista, todo turista lo tiene anotado allí en su lista, donde disfrutan tus calles, tus iglesias, de tu vista, y de tus buenos lugares que te hacen imponente; pero lo más agradable es tu gente, buena gente.
Entre Caribe y Pacífico se encuentra tu gran figura, tu ubicación es valiosa como lo es tu estatura, que siendo tan pequeñita tienes grandeza tan pura, convirtiéndote en un punto, lleno de tanta nobleza y el que por tus aguas pasa, admira tu gran belleza. Miraflores forma parte de tu bella anatomía, por donde naves fastuosas pasan con su mercancía, pero no sólo impresionan los barcos de gran calado, sino tus atardeceres, atardeceres rosados.
De ti hablo Panamá, mi nueva Patria adoptiva, donde tu verde resalta y tus ríos de agua viva. A ti llegué ilusionado, con ganas de continuar, pero con la fe bonita de ver a mi tierra amada preñada de libertad, a la cual si Dios permite yo pudiese regresar; pero contándole a todos que grandiosa es Panamá. Tanta gente, tan valiosa viene de tu geografía, que se quedarían cortos los versos para ti este día; pero Rubén tan glorioso, Mariano ponchando gente, Roberto manos de piedra y Erika con sus canciones, hacen sentir a montones mi orgullo por ti querida.
Y así llegué yo a tu verde, que me llenó de alegría, a este Istmo tan bendito donde agradezco a la vida, haber llegado a tu suelo, a esta tierra tan querida. Este suelo verdecito que regala guayacanes, que regala veraneras y me regalo a mi hijito que me une a tus fronteras. Gracias por tanto bonita, gracias por darme de más, mi nueva madre adoptiva eso eres Panamá; eres un verde perfecto, un verde lleno de paz.
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