Con la pluma bien cargada y mi tintero a la mano, continuaba escribiendo otra página de este libro; libro con hojas finitas que no sabemos cuándo ni cómo nos quedaremos sin ellas.
Y ahí estaba... repitiendo frases con oraciones ya conocidas y verbos trillados, cuando de repente otra pluma se atrevió a escribir.
En un pasado no lo hubiera permitido, pero esta vez no podía evitarlo, me gustaba.
Me gustaban las nuevas palabras que aparecían en esas hojas, las frases que describían nuevos eventos y todo el color que plasmaba en los párrafos esta atrevida pluma.
Todo un mar de eventos describimos en las páginas del libro; en cierto momento, pude escribir en las páginas de ese, su libro, porque me tenía confianza y me lo permitió.
Los párrafos que escribimos me hicieron dar cuenta de algo, que eventualmente esta pluma agotaría su tinta, puesto que no tenía tintero que la alimentara.
Con preocupación, ví como rechazó tomar un poco de mi tintero, solamente se sirvió de una tímida gota para permitirse trazar una última palabra.
Luego de esto la pluma desapareció, dejó mis hojas con su recuerdo, con su trazo, y a mí me dejó una nueva manera de seguir escribiendo mi libro.
Luis Alberto Zacarías @Luiz.v1
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