Se trata de la historia de varios amigos que se reunían desde hace muchos años en un bar, llamado el Bar Restaurante "El Cosaco"; un gran lugar, muy agradable establecimiento, cuyo propietario era natural de Galicia, España; su nombre era Breixo Mosquera, un tipo simpático que compartía en la barra con sus clientes de confianza cuando el volumen del negocio se lo permitía. Breixo, era un tipo muy trabajador, noble y siempre atento a los detalles en su restaurante. Ese pequeño lugar, regentado por Mosquera o "el gallego", así le llamaban de manera cariñosa, porque casi nadie daba con la pronunciación correcta de su nombre de pila; era un lugar que se pudiese catalogar de un segundo hogar para ese grupo; era pequeño, acogedor, con los típicos jamones adornando las alturas de la barra, saturado de afiches enmarcados de equipos de fútbol viejos y actuales, algunos de carreras de caballos obsequiados por el Dr. Mustafa, otro cliente de larga data, ya que desenvolvía en el mundo del hipismo; era curioso que no tenía cuadros o afiches de toros o sus corridas, porque la tauromaquia no era de su agrado; el sitio contaba con unas siete mesas perfectamente alineadas y vestidas con manteles blancos los cuales reflejaban ya ciertas señales de su prolongado uso pero siempre estaban impecables.
Mosquera había llegado a su nuevo país de residencia, donde posteriormente fundaría su restaurante, hacían ya unos 40 largos años, cuando apenas era un niño de 11 años. No había sido un camino fácil para el ni para sus padres, pero acostumbrados al trabajo arduo pudieron salir adelante y su padre había sentado esas bases de un negocio familiar donde inicialmente vendía comida para llevar y entre alubias y arroces logró establecerse sacando adelante a la familia en ese su nuevo hogar.
En "El Cosaco" laboraban Martín, el mesero que laboraba desde hace mucho tiempo allí, y Petra quien aprendió la magia de la cocina de las manos de Olivia, la madre de "el Gallego", quien tenía una sazón increíble propia de su lugar de origen; ese par de buenos empleados y seres humanos eran casi parte de su familia, ayudando siempre a mantener el negocio con la calidad y cariño que lo caracterizaban, lo que definitivamente había enganchado a una fiel clientela.
Entre vinos, cervezas y deliciosas tapas, llegada la tarde; el punto de reunión era esa pequeña y acogedora tasca. Al llegar lo recibe Martín quien en ese momento seca unos cubiertos. Definitivamente al llegar allí se produce una sensación de bienestar, de camaradería, empatía con aquellos compañeros de barra, de historias; las cuales reales o no hacen pasar a los asistentes de un grato momento.
Cuando todos llegan a ese sitio, son iguales, están sentados uno al lado del otro compartiendo historias y experiencias. En ese grupo de visitantes frecuentes estaban Bacanal, (Un tipo con gran corazón, solidario y familiar); Burdello (Un individuo con gusto por la buena vida y sus placeres); el Duque (Siempre presto a una buena discusión sin faltar a la amistad); el Flaco (El músico del grupo); Zambumbo (Seguidor de la magia, teorías conspirativas y demás); Ciclovía (No requiere mayor explicación); y otros personajes que se suman eventualmente para pasar buenos momentos. Resulta complicado que tantas personalidades tan diferentes departan en armonía, pero en ese lugar común era la regla, esa barra era el templo erigido a la amistad, al afecto; tan cierto es como que el mismo Breixo, ya al bajar el volumen de clientes en su restaurante, se sentaba en esa misma barra a conversar sobre distintos temas, compartiendo historias propias y de otros conocidos incluyendo a su padre que tantos momentos pasó desde su niñez hasta emigrar y concretar ese sueño de fundar su propio restaurante, cuyo testigo lo asumió su hijo con la mayor responsabilidad y el mayor cariño hacia ese negocio familiar, un sueño hecho realidad.
El lugar y ese grupo hacían muy agradable la experiencia; cada uno tiene sus historias y vivencias una mejor que la otra; pero lo mejor de la experiencia es que allí convivían distintos pensamientos, razas, profesiones, gustos, historias, edades y hasta nacionalidades u orígenes familiares diversos; tal y como pudiese ser en ese lugar que tú visitas, aquel sitio que como este te ha enganchado a ti; que agradable es esa convivencia de posiciones y culturas, debería de trasladarse esa manera de ver las cosas a cualquier ámbito de nuestras vidas, viendo al otro a nuestro lado, codo a codo.
Sería interesante que como seres humanos compartamos con nuestros semejantes como aquellos amigos compartían en ese lugar, en ese improvisado templo a la amistad. En ese lugar hay mil historias, puntos de vista sobre la vida, pero lo verdaderamente importante es compartir un grato momento respetando al otro e integrando al que llega.
Este es el inicio de varias historias, opiniones y reflexiones que nacen de esa tasca, así que en esta barra tendrás también tu lugar para enterarte de estas historias y pasar un grato momento como lo he pasado yo sentado horas allí, escuchando y aportando de vez en cuando. Realidades o cuentos, tu mismo tendrás la oportunidad de sacar tu conclusión. Estás invitado entonces a nuevos encuentros en la barra... Salud.
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